
Sé que esto está recién partiendo. La idea está todavía verde, y se nota, a ratos, porque sé, nuevamente sé, que el blanco está muy desdibujado. Sé (otra vez) que las cosas se irán alisando; los surcos están muy poco marcados. Lo que más hago en este periodo de amoldamiento y contextualización es mirar otros blogs. La verdad es que es un universo fertilísimo, y diría que está (también) en pañales. Todos parten, más o menos, intuitivamente; mucha gente ligada al diseño, y a la música, y al arte en general. Mucho espontáneo que habla de lo divino y lo humano; sobre todo lo humano, en sus versiones de paganos modernos. El mundo anglosajón (nuevamente) lleva la delantera. En general, hay más para ver y oír que para leer. No se lee mucho, los textos suelen ser breves, apenas referenciales. Pero el que busca para leer, encuentra. Y magníficas apuestas. Talento, esfuerzo, discordia. Mucha opinión, en los canales adecuados. Porque navegar se ha convertido, hoy, en un ejercicio que exige depuración y criterio. El número, millonario, de basura disponible puede nublar no sólo la vista, incluso la razón. Y el mismo cuerpo: después de una sesión hipnótica y enfermiza frente a la pantalla el cuerpo entero se resiente, las piernas, las falanges de las manos y la cabeza. Se establece una relación con el propio blog; imagino que casi la misma de algún antiguo con su diario de vida. En el fondo, no es más que un diario de vida, cabe de todo. Un soporte, sí, de lo propio y cotidiano, con un potencial interesante: cualquiera puede rozar la magnitud del arte. Arte y frivolidad (el robusto imperio de lo frívolo). La propiedad del link es algo que el navegador tiene que ir descubriendo de a poco. Es lo interesante, lo vertiginoso. Ir a parar donde no tiene sentido y no se imaginó. Hablo por supuesto, desde una óptica lúdica; pero la lógica lúdica es el fundamento de la red. Voy comenzando, asentándome. Actúo al amparo del anonimato. Uno entre billones. El mono, además de gramático, es ahora fluorescente.