
La revista EÑE mantiene en su web una sección de listas con preferencias. Un tema y cinco selecciones por persona. He aquí mi lista de las cinco cosas de las que con más frecuencia me quejo (en el último tiempo):
1. Santiago de Chile. Un problema importante, ya que se trata de la ciudad en la que actualmente vivo. Los desplazamientos son lentos y largos; una ciudad pensada y transformada para movilizarse en auto; las áreas verdes son el privilegio de unos pocos; cielos contaminados, cerros desforestados, río Mapocho convertido en un basural. El etcétera es abundante y penoso.
2. La escandalosa ausencia de Thomas Bernhard en las librerías de la ciudad. Está descatalogado y sólo he encontrado las ediciones más nuevas (“Los premios” y “Relatos autobiográficos”, que por cierto ya leí). Un síntoma de lo que se lee, aunque se diga que se lea mucho. He vuelto a las librerías de San Diego y, con gran decepción, no encontré ningún sitio interesante. Se cayó el mito de las librerías de viejo. De las otras, me gustaron la del Fondo de Cultura Económico (que ya recordaba) y la Francesa. ¡Y ninguna de las dos tenía nada que ofrecerme de Bernhard!
3. El restaurant El Rápido jodió las empanadas de queso. A los pocos días de llegar, partí a comerme un par de ellas. 90% de masa, y el resto de algo parecido al queso. Un fiasco. Intenté salvarlas con cucharadas colmadas de buen pebre. Algo parecido me pasó con los italianos del Dominó, con la siguiente conclusión: cualquier cosa que contenga una vienesa dentro es algo incomible.
4. El asma acrecentado por el smog. O el smog como forma de vida. Los inviernos los soporto con una doble dosis de salbutamol, desde hace muchos años. Pero aquí, en Santiago, será necesario triplicar la dosis. Aparte del Symbicort (budesónida/formoterol). La situación ambiental en la ciudad es crítica, pero ya forma parte del paisaje.
5. Los quioscos de diarios. Pobres y escasos de material; no son un lugar para detenerse y mirar; más pañuelos desechables y dulces que revistas y periódicos. A esto se suma la pobretona oferta de publicaciones nacionales. Verdadera pena e incluso vergüenza al ver que la mayoría de los diarios se dedican a la majadería televisiva y el grotesque nacional.