· Lázaro de Renca · derrenca@gmail.com · modificado en Tumblr ·

30 de septiembre de 2010

Trevélez revisitado

He subido a la montaña y caminado, clic por clic, hasta el departamento que A. y yo habitamos en el verano de 2007. Fue un reencuentro por lo menos desgarrador. Todo está ahí, en la pantalla, en el google maps; y el mapeo por fotografías resulta magnífico. Cómo dimos con un lugar así. Entramos al pueblo, Trevélez, por el lado del río, que es comúnmente la puerta de salida. La avenida flanqueada de árboles nos cautivó, y en ya en el primer conjunto de casas vimos un anuncio de arriendo. En ese instante, escuchamos un silbido a nuestras espaldas. Era un hombre mayor, sentado a la sombra, con una copa de vino rosado al lado. Él también tenía algo en arriendo, dijo; y lo que vimos fue el departamento en el que terminamos viviendo. El hombre, después de mostrarnos las habitaciones, con una rama de albahaca colgándole de la oreja, abordó el tema del precio, un precio bajísimo que a él le parecía quizá excesivo; ¡era la ganga de nuestro verano alpujarreño! No hubo, no había más que pensar; cerramos el trato y tres días más tarde estábamos con nuestras maletas en la puerta de la casa. El vino rosado era el de la Contraviesa, un tónico intragable, del cual, por cierto, nos bebimos bastantes litros durante nuestra estadía. La albahaca en la oreja resultó ser un muy buen escudo natural contra los enjambres de moscas. Las moscas no eran poca poca; vivían a sus anchas en el pueblo jamonero, respirando el olor característico de toda la villa: la carne cruda del cerdo que se iba secando poco a poco, detrás de las paredes de piedra, en aquellas casonas deshabitadas, viviendas de lujo para los perniles que eran y siguen siendo los monarcas de Trevélez.