· Lázaro de Renca · derrenca@gmail.com · modificado en Tumblr ·

12 de octubre de 2010

Una garuga

Una garuga odiosa, la misma que en Granada llaman calabobo. De pronto, la primavera adquiere aires otoñales. Soy persona de estaciones transitorias (otoño y primavera), que aportan indefinición y poseen mayor poder seductor. La hora crepuscular de abril o de octubre. Algo perfectamente aplicable a ambos hemisferios. El asunto es que la garuga me produce un efecto mortífero. Me sube la temperatura corporal, las orejas se me encienden, la piel me brota. Sé que el alcohol tiene mucho que ver. Días en que es muy fácil palpar la descomposición. No hay nada en su sitio. Uno desprende un olor, que quiero llamar nauseabundo; que en todo caso es metálico y repulsivo. La química de la descomposición. ¡La minería! Frente a una vitrina todas estas cosas adquieren sentido cuando veo la portada de unos Cuentos Completos de Edgar Allan Poe editados por Edhasa. Pienso, cómo no, en el señor Valdemar. La poderosa imagen del desenlace: la fantasía de que además del Valdemar orgánico, existía uno metafísico, y que fue justamente el que lo mantuvo vivo durante todo el período en que permaneció en esa especie de limbo mesmerista. Un juego de fuerza contra la desaparición y la descomposición orgánica.
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La palabra garuga me ha despertado cierto interés. La RAE no la contempla; sí, de forma secundaria, el Panhispánico de dudas; limita la palabra al habla popular, no culto. Por supuesto que el vocablo garuga me parece perfectamente normal y utilizable. De hecho, mucho más lleno que garúa. No conozco la etimología. Pero el lenguaje es orgánico, y elástico; no, claro, al extremo necio de un Gabo. La lengua es de por sí conservadora.