· Lázaro de Renca · derrenca@gmail.com · modificado en Tumblr ·

9 de octubre de 2010

La extinción que viene

Me siento en un sitio que frecuenté mucho a fines de los ‘90, una fuente de soda donde empieza Nataniel, frente a la extinta llama de la libertad, junto al también desaparecido cine Continental (reconvertido desde hace muchos años en una congregación canuta). Fui un cliente de día, donde paraba un rato a comer algo y tomarme un shop, hacer tiempo para volver a subir hasta el piso séptimo de la agencia en el edificio de al lado. Vuelvo a entrar ahora y reconozco el ambiente, que sigue intacto, pero por sobre todo el olor: es el cloro de la desinfección diaria. Esa fijación chilena por el cloro. Los clientes comen y beben, y la nube tóxica parece no molestarles. Inconscientemente se lo asimila con una higiene. Pienso justamente lo contrario. Basta con asomarse a la vitrina donde trabaja el maestro cocinero. Conozco las bambalinas de algunos bares, pero las fuentes de soda, aquí, no disfrazan nada: la mugre se exhibe sin pudor, por delante y por detrás. El cloro funciona como perfume ambientador. Y, sin embargo, como bien (un churrasco italiano) y bebo estupendamente (un shop Brahma).
Es bueno constatar cómo hay cosas que desaparecen. No cultivo ninguna nostalgia, menos con las cosas hechas de concreto. La ciudad, que cambie, y lo más rápidamente posible. Otra cosa es el tipo de cambio. Y siempre es para peor. Una ciudad como Santiago tiene poco que hacer al respecto. Hay algo positivo: siempre es posible irse. Aprender a marcharse, escribió Nietzsche. Las fuentes de soda están en decadencia. Es una estética ochentera, de Burger Inn; los carteles del menú escritos con plumón en colores chillones. El sueño americano criollo pero sin batido. Mientras mastico pienso en cuánto tiempo le queda, o en cómo debería transformarse. El televisor prendido y los tubos fluorescentes. ¡Portugal! No hay como la fealdad extraordinaria de los bares portugueses. Que la gente se junte a comer o sopa o pasteles dulces. Fue algo que apunté muchas veces, a manera de enigma: la cantidad de azúcar que consumen los portugueses en sus dulces matutinos y vespertinos, por el motivo que sea. Cada pueblo (otros, la carne; otros, sencillamente el alcohol) busca sus maneras de autoexcitarse.