· Lázaro de Renca · derrenca@gmail.com · modificado en Tumblr ·

10 de junio de 2010

Santo y novela

1. El domingo me invitaron a almorzar a un restaurant muy cerca del santuario de Teresa de los Andes. La idea original era hacerlo en un casino hace poco inaugurado en la zona, pero no pudo ser; acabé comiéndome un pastel de choclo en ese restaurant de Auco. Uno presente en la mesa era devoto; pero devoto de un modo un poco vago, muy impreciso, de un catolicismo bravucón e ignorante. Consultado por la así llamada santa Teresa no supo explicarme ni uno de los milagros que se le atribuyen y por los cuales el Vaticano la declaró beata y luego santa. Como el tema me interesa, insistí; nombré al otro santo, el padre Hurtado; de él por lo menos –dije- se conoce su obra: el Hogar de Cristo. No sé si se trata de un milagro, lo dudo, pero sí es un trabajo tangible y visible, del cual todavía hay noticias. El asunto quedó por supuesto ahí; no era mi idea amargar la comida; y de todas maneras había que probar el vino y el cebiche con palta que la moza acababa de depositar sobre la mesa.

-Esta es una zona de mucha palta –dijo la católica como para congraciarse.

2. Acabo de terminar de leer un libro fabuloso. Una novela erudita, bien trazada de principio a fin; de hecho, hasta la misma última página. Se trata de “El quinto en discordia”, de Robertson Davies, que forma parte de la Trilogía Deptford. Entre los muchos temas que la novela aborda, está el de la santería. El narrador es un hagiógrafo y también un creyente escéptico; combate en la primera guerra mundial y luego se pasa cuarenta años haciendo clases en un internado. Entre medio, todos los sabrosos y extraños detalles de la vida de un solitario con una fuerte inclinación mística, pero a base de seguir una intuición que descubre siendo niño. Una presencia recorre todo el libro, y es la base para comprender su afición a la vida de los santos. Una mujer, que él cree con un poder divino, con la cual establece una relación fundada en la culpa y el amor. Es posible que me quede corto. El mejor arte de la novela en “El quinto en discordia”. Un libro insólito; a veces me pareció reconocer algo de Perec, otras de James. Pero siempre, indudablemente, la mano propia de Davies. La segunda parte se llama “Mantícora”; el título es ya de por sí un adelanto magnífico y enigmático.