· Lázaro de Renca · derrenca@gmail.com · modificado en Tumblr ·

7 de julio de 2010

El buen abismo

Vuelvo al cementerio. Pinto los surcos de la lápida con esmalte negro; los nombres de las dos difuntas y las fechas que atestiguan nacimientos y defunciones. Un día claro, perfecto para quedarse un rato perdido entre tumbas y nichos y mausoleos. Como estoy muy cerca de la entrada de Recoleta, he de cruzar todo el campo hasta la salida poniente; a medio camino me desvío en dirección al norte: desemboco en un oasis, un parque con tumbas a ras de suelo, a la manera de los cementerios protestantes. La calle es curva y rodea una especie de vergel: árboles de tronco grueso, plantas, flores y tumbas, dispuestas sin un orden fijo. Sin duda otra manera de enterrar a un muerto. En el cementerio uno se recoge; pero practico una suerte de dispersión, irradiado por un sol generoso; siento de pronto un cierto optimismo, una reconciliación. Y sé que los muertos tienen mucho que ver. Los muertos y sus viviendas rituales: este cementerio añoso y a tajo abierto.

*

La huida de Ann, su planificación (muy meticulosa), una ruta al azar. La posibilidad cierta de una isla italiana. Transcurrido un cuarto de metraje, me pareció estar viendo una secuela de “La pianista”, de Haneke. Luego, eso sí, “Villa Amalia”, de Benoît Jacquot, se arranca sola y crece, impredecible y certera, transformándose en una gran película del cine francés actual. Francés: perturbadora sicología e intimismo escabroso. De alguna manera, Ann (¡genial Isabelle Huppert!) me pareció una Erika Kohut liberada, llevando a cabo la fuga que a ésta le estaba prohibida. Tanto Ann como Erika son pianistas; una lo logra, la otra no; Erika muere abrasada (en parte por su madre obsesiva), Ann abre la puerta y cae al abismo, y no le va tan mal.